Jaume Parera
Jaume Parera

Domestic

Del 8 de enero al 27 de enero de 2002

Inmersos en el collage de la vida posmoderna y en la disolución centrífuga de la globalidad, vemos surgir un movimiento centrípeto: la necesidad de nutrir y reafirmar la identidad como núcleo de permanencia. Las nuevas tecnologías permiten mantener relaciones con un círculo cada vez más amplio de individuos, provocando un estado de saturación social. Actuamos en los complejos escenarios de la vida cotidiana con lógicas flexibles, siendo productores y productos de varias relaciones sociales. En este proceso está teniendo lugar un cambio profundo en nuestra forma de comprender el yo donde predomina la multiplicidad de lenguajes incoherentes y desvinculados entre sí. Surge un estado multifrénico en cuyo interior el individuo arrastra un hatillo cada vez mayor de dudas e irracionalidades, y en el que queda trazado el camino para el ser posmoderno.

En domestic, la fragmentación del ser se pone en evidencia en la división de la imagen, en la aserción de diferentes puntos de vista simultáneos y en la artificialidad del espacio donde transcurre la acción; se cuestiona, incluso, la idea tradicional y unívoca de representación. Jaume Parera compone la realidad casi como una pintura y estructura la pieza en dos partes: en la superior aparecen la cabeza y el tórax del personaje ¾espacio más mental¾, en que parece acunarse la música; en el eje horizontal del suelo se sitúan los pies, entre el sedimento de la acción, donde resuenan los objetos caídos. El cuerpo, anónimo y desordenado, construye una nueva identidad en el seno de la vida cotidiana, recreando las narraciones míticas ya existentes.

En el ámbito doméstico, familiar, vecinal, laboral, la persona asume, de un modo más o menos consciente, aspectos definitorios de su propia identidad colectiva. Así, la reflexividad del yo se extiende al cuerpo físico, entendido como parte de un sistema de acción, organizador de la identidad y símbolo del cuerpo social. El protagonista transita por la secuencia de un relato infinito donde la acción no progresa en sentido narrativo; subyugado a una eterna metamorfosis, rechaza vestiduras anteriores, que caen desordenadamente al suelo. En el interior del refugio doméstico, el individuo engendra otra apariencia que vuelve a definir su posición en la sociedad, toma prestados fragmentos de identidad de cualquier origen y los manipula a voluntad.

Jaume Parera invierte los objetos, los sonidos y las acciones: el personaje sustituye el color y blandura de recientes pertinencias por la rigidez monocroma de las pinzas, lo que le provoca un cierto sufrimiento y le priva de cualquier muestra afectiva. Crea una máscara fraccionada dotándolas, a la manera duchampiana, de una nueva significación.

Si el concepto de persona nace, según algunos autores, en el contexto del teatro al dignificar la palabra próposon (máscara de los actores griegos que llevaba adosada una suerte de megáfono a través del cual resonaba la voz), la acepción del término se invierte cuando la máscara, junto con la piel, actúa como única prolongación del cuerpo y plantea otras posibilidades de relación con el exterior. De esta forma, se diluyen nuevamente los límites entre el objeto y el sujeto, siendo la careta pinzada una débil coraza que al mismo tiempo esconde y protege el cuerpo y tiene la capacidad de transmutar la identidad del portador, en un juego imperceptible de ocultación y revelación.

 

Dolors Juárez