Núria Membrado

Sense Títol (PlayGround)

Del 9 de octubre al 28 de octubre de 2001

¿Qué lugar queda para la experiencia de la liberación física en nuestra cultura del ocio? ¿Qué sentido del cuerpo, bajo la presión puritana de los cánones anoréxicos? ¿Qué salud, bajo la práctica deportiva de tipo compulsivo y reiterativo? ¿Qué representación de nosotros mismos en el ámbito de lo virtual y de un deseo convencional que oculta el temor a nuestro propio cuerpo? ¿Qué identidad, qué lugar, qué presencia, qué fuerza? Se impone una labor de resistencia, de adaptación, de contradicción.

Hace tiempo que se inició la recuperación de la eficacia de la obra de arte mediante su apertura hacia el espectador, que pudo transitar por ella o pudo manipularla. No obstante, es difícil encontrar propuestas en que el objeto artístico no pase de ser un mero artefacto o en que la instalación no suponga un insípido lugar de paso.

Núria  Membrado presenta estas piezas con unas líneas de Arthur Cravan, el mítico poeta boxeador que pasó fugazmente por Barcelona. Cravan es considerado uno de los padres -irresponsables- del dadaísmo. Dio a los dadaístas un buen ejemplo de cómo trasladar lo artístico a la propia vida, a la propia experiencia, a menudo en el sentido más corporal.

Propongo, por mi parte, esta otra cita de Cravan para relacionarla con el trabajo de Núria Membrado:

J’aime tellement la danse
Et les folies physiques

Que je sens avec évidence
Que, si j’avais été une jeune fille,
J’eusse mal tourné.

De alguna forma, las obras de Núria Membrado son una incitación a la liberación física que nos hará mal tourner: acabar mal (no ortodoxamente), ir por mal camino (desinhibirse).

Y, si se me permite una última referencia histórica, creo que es necesario dirigir la mirada también hacia Sophie Taeuber-Arp, quizá la mujer más próxima al grupo dadaísta. Taeuber-Arp realizó unas cabezas de madera muy simples pintadas con motivos geométricos de colores. Formalmente, recuerdan mucho a los punching-balls pugilísticos, pero lo más interesante es que se plantean como unas cabezas en que el rostro, el primer y básico elemento comunicativo, se ve simplificado, por su peculiar decoración, en una serie de signos emblemáticos y codificados.

Reconstrucción íntima y social del cuerpo y replanteamiento de las normas de comunicación interpersonal: ambos aspectos coinciden en la propuesta de Núria Membrado. Las piezas que se pueden contemplar en La Capella suponen una cierta inflexión dentro de la serie «Playground», en la que Núria Membrado trabaja desde hace tiempo. Si las piezas que habíamos visto hasta el momento remitían, por sus formas, a un ámbito orgánico que era eco del cuerpo individual y emblema de lo vital, ahora tienen un marcado carácter sígnico. Por ello no crean una analogía con nosotros, sino una ansiosa diferencia, como un contrincante de habla extraña.

Que no se mal interprete la insistencia en la liberación experimentada. Existe aquí una clara expresión del conflicto. Se establece una lucha, a la vez tensa e irónica, entre unos elementos que, desde el punto de vista escultórico, remiten al modelo del obelisco (o, si se prefiere, de las columnas sin fin de Brancusi), tradicionalmente victoriosos y masculinos, y que son ahora objeto de un asalto, de un abrazo irreverente, rabioso o lúdico. Es necesario recordar que el poeta boxeador nunca fue un milhombres.

 

Àlex Mitrani